Hay tierras cargadas de horizontes y de silencios, tierras duras y pobres, que son, por el contrario, un filón para la viña y el vino. Cuenca es el ejemplo. En el camino que nos lleva a sus tierras altas, dejando Tarancón a la espalda rumbo a la histórica ciudad, se levanta un pequeño templo del vino. No es un lugar de oración para rendir culto al dios Baco sino una nueva bodega de nuestro tiempo